Con el gran debate actual que hay sobre los tipos de motores en vehículos, no es de extrañar que también surjan ciertas dudas acerca de por qué los vehículos UTV están diseñados para trabajar con motores diésel.
A lo largo de este artículo vamos ir repasando las principales ventajas que tienen éstos y por qué otras alternativas no son tan adecuadas; al menos, hoy en día.
Par motor y eficiencia frente al gasolina
Empezaremos diferenciando entre el diésel y la gasolina. Aunque ambos son combustibles fósiles, la composición es muy distinta y, por tanto, su forma de aportar energía también lo es. De hecho, se necesitan bujías para hacer explotar la gasolina, mientras que el diésel es más volátil y al aplicársele la presión en los pistones mezclándolo con el aire explota sin necesidad de chispas.
El motor diésel es capaz de generar un par motor mayor y, con ello, poder mover mayores cargas, aunque la forma de desempeñar la potencia no sea “tan explosiva” o directa como los de gasolina. Además, el consumo de combustible es notablemente menor en un diésel.
Los vehículos UTV están diseñados para ayudar a desempeñar tareas de trabajo, como su propio nombre indica (Utility Task Vehicle). Es decir, primará que sean capaces de mover las mayores cargas posibles. Y si consumen menos combustible, se ahorrará en costes de trabajo.
Además, los vehículos de trabajo no acelerarán de manera brusca. Por tanto, esa ventaja del motor de gasolina no se aplicaría.
Ruidos y vibraciones
Para ser totalmente objetivos, cabe destacar también que un motor de gasolina produce menos vibraciones y ruidos de manera general. Sin embargo, éstos son inconvenientes que se pueden minimizar si fuese necesario.
El ruido, por su parte, se puede evitar sencillamente añadiendo absorbedores de ruidos o sistemas de insonorización. En cualquier caso, ten en cuenta que los UTV normalmente van a funcionar en entornos de trabajo donde las propias máquinas y herramientas ya generan mucho ruido. Por tanto, los decibelios que produzcan estos vehículos rara vez afectan al entorno o al conductor.
Y en cuanto a las vibraciones, también hay formas de disminuirlas, como el equilibrado que siempre llevan los motores, o incluyendo absorbedores de vibraciones en el propio chasis. Aunque, eso sí, es imposible eliminarlas por completo.
La parte positiva, una vez más, es el hecho de que el UTV va a trabajar por terrenos angostos. Aunque se aumente notablemente el confort con las preparadas suspensiones y el habitáculo, podrás imaginar que no es posible hacer que no se transmitan las vibraciones al conductor. Así que, las vibraciones del motor diésel son prácticamente imperceptibles en la mayoría de casos.
¿Pero no contaminará más por ser diésel?
Aquí conviene destacar la diferencia entre contaminación y efecto invernadero. Tanto el motor diésel como el gasolina emiten CO2 por la simple combustión y a niveles similares, siendo el CO2 uno de los gases del efecto invernadero, tales como el vapor de agua o el metano, entre otros. En ese sentido, las restricciones y tecnología actuales han disminuido las emisiones en porcentajes incluso impensables hace unos años.
Si hablamos de contaminación, nos referimos a las partículas que expulsa el motor diésel y que el gasolina no, simplemente por sus distintas composiciones. Estas partículas afectan a la salud de las personas cuando hay una enorme concentración de ellas, como en las grandes ciudades. Pero en los terrenos alejados del centro de la ciudad donde trabajará el UTV, las concentraciones de esas partículas están muy lejos de poner en riesgo la salud de las personas.
Entonces, ¿por qué no usar motores eléctricos?
Al principio ya decíamos que solo podemos hablar de la tecnología que hay en la actualidad. El vehículo eléctrico tiene un inconveniente que es la capacidad de la batería. Aun siendo más eficiente y ahorrando grandes costes de trabajo por no consumir combustibles fósiles, el hecho de tener que esperar a la carga de las baterías haría que se terminase perdiendo dinero por las pausas.
Como alternativa, la empresa tendría que comprar dos vehículos eléctricos para cargar uno mientras el otro trabaja (aumentando mucho el coste inicial) y disponer de grupos electrógenos para cargar esas baterías cuando estén lejos de la red eléctrica preparada, que será en la gran mayoría de casos. De esta manera, el grupo electrógeno sería el que consumiría diésel y estaríamos perdiendo las ventajas del motor eléctrico.