La época de la vendimia siempre es un momento especial. Al final, supone la recompensa a muchos meses de trabajo y cuidados.
Además, es una actividad agraria de alta importancia en nuestro país, gracias a la cantidad y calidad de los productos que se obtienen de ella: vinos, cavas…
Por todo eso, queremos dedicar este artículo a todas aquellas personas ligadas al mundo de la uva, su vendimia y, sobre todo, a aquellos que quieran saber más para adentrarse en el sector.
¿Cuándo se hace la vendimia?
Como no podía ser de otra manera, tenemos que empezar hablando sobre la época del año en el que se recoge la uva. Y, como casi con cualquier fruto o cultivo, no hay un momento exacto en el que se tenga que hacer la vendimia.
Hay muchos factores que afectan al momento idóneo, como la temperatura, altura, humedad, incidencia del sol, características de la tierra, etc. Por tanto, los trabajadores de cada cultivo deberán tener presente cuáles son esas condiciones climatológicas y, con ello, el mejor momento para recoger la uva.
En cualquier caso, como regla general, podemos decir que en España se hace entre los meses de agosto, septiembre y octubre, aunque las de octubre no son tan frecuentes.
¿Cómo se debe recoger la uva?
Ahora que ya sabemos cuándo tenemos que hacerlo, vamos a ver en qué consiste este antiguo proceso y cuál es la forma más eficiente de hacerlo hoy en día.
1. Revisión del fruto
Lógicamente, antes de ponernos a recoger las uvas, hay que ir haciendo ciertas revisiones para comprobar que la fruta está en su punto perfecto y que todo va bien.
Para esta tarea, por cierto, son especialmente interesantes los UTV, con los que podrás ir pasando cerca de las plantas cómodamente, por muy abrupto que sea el terreno, y con un vehículo más versátil que un tractor convencional.
Por otra parte, hay que aclarar que no solo es necesaria esa revisión visual, sino que habrá que ir recogiendo algunos racimos durante varias semanas antes para analizarlos detenidamente y hacer las comprobaciones necesarias. Esto es muy importante, porque si no nos hemos podido anticipar a un posible perjuicio en las plantas, llegará el momento de la vendimia y no habrá fruta que aprovechar.
2. Recogida de los racimos
Aquí llega el momento de “remangarse” e ir cortando los racimos de forma manual. Puede parecer un proceso tedioso y que se debería automatizar de alguna manera, pero la realidad es que las uvas son frutas especialmente delicadas y que han de tratarse con sumo cuidado. Por eso, no solo hay que recoger los racimos de forma manual, sino que hay que cortar las ramas con especial delicadeza para no dañar el fruto ni la planta.
3. Transporte de la uva
A la hora de llevarlas hasta el lugar de tratado posterior que convenga, hay que ir almacenándolas en cajas con delicadeza, una vez más, evitando cualquier peso sobre ellas y golpes que, sin duda, dañarán el producto.
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